EXPERIENCIAS CONFINADAS. UNA BREVE HISTORIA DE PANTALLAS FACIALES Y VIOLINES 3D

 


Somos el Conservatorio Elemental de Música “Pep Ventura” de Alcalá la Real (Jaén). Cuando el curso pasado nos tuvimos que confinar, al igual que en muchos centros, empezamos una carrera sin fin resolviendo problemas surgidos del nuevo contexto educativo. ¿Cómo damos clase de música a distancia? ¿Qué plataforma usamos? ¿Cómo conseguimos que no se descuelgue ningún alumno o alumna? ¿Cómo podemos formar al profesorado en tiempo récord para que pueda resolver los nuevos problemas a los que se va a enfrentar? Gracias a la maravillosa colaboración de todo el claustro del centro conseguimos resolver muchos de estos interrogantes en poco tiempo y conseguir algo que al principio nos parecía imposible: en dos semanas teníamos a todo el alumnado recibiendo clases por Internet. 

Tanta resolución de problemas nos creó un nuevo problema: nos habíamos vuelto adictos a intentar apagar fuegos. Así que varias cuestiones empezaron a rondar nuestras cabezas: ¿podemos ayudar más desde casa? ¿podemos formarnos en algo que en otro contexto no se nos hubiese ocurrido? ¿y si intentamos salir del confinamiento siendo un poquito mejores que cuando entramos? Durante estos días se nos cruzaron algunas noticias relacionadas con iniciativas de impresión 3D de material para sanitarios, tras un poco de investigación, descubrimos que la impresión 3D igual nos permitía fabricar varias cosas útiles para el conservatorio. Y bueno, nos liamos la manta a la cabeza.

Decidimos invertir el dinero que estábamos ahorrando en calefacción en adquirir dos impresoras: una pequeña y otra de mayor volumen, cada una con un sistema de extrusión (primer palabro que desconocíamos) diferente y nos apuntamos a la iniciativa de Sicnova para producir pantallas faciales. Resulta que nos donaron una bobina con material de impresión antes de que llegase la primera impresora. Nos empezamos a poner nerviosos. ¿Quién nos mandaría meternos en este jardín? ¿No estamos siendo demasiado optimistas? ¿Qué hacemos si no conseguimos comprender cómo poner a funcionar las impresoras? Llega la primera impresora, y llega tal que así:



¿Y ahora esto cómo se monta? Nos ponemos más nerviosos. Unas horas tensas (muy tensas) después, la impresora está montada y… no funciona bien, no se mueve como debiera y no imprime ni el archivo de prueba. Más nervios. Vale, una correa no estaba bien puesta, ahora ya imprime. Siguiente problema: ¿Cómo se configura esto para imprimir una visera?

Para enviar a la impresora 3D las instrucciones sobre cómo imprimir un modelo ya diseñado se usa una aplicación que en el fondo es parecida a la que se utiliza en un procesador de textos para imprimir un documento. Pero en superficie…, ay, en superficie tienes más de doscientas opciones posibles que configurar, muchas interactúan las unas con las otras, pocas son ligeramente intuitivas y los errores configurándolas pueden suponer desde que la pieza resultante sea una masa informe (lo menos malo) a que rompas alguna pieza de la impresora (bastante peor) o incluso que rompas la impresora (muy chungo). Empezamos a navegar en el mar de tutoriales, foros y grupos de Telegram sobre impresión 3D. Ensayo-error tras ensayo-error fuimos comprendiendo cómo configurar la impresora (mientras mi casa se llenaba de masas informes). Cuando por fin conseguimos imprimir una visera de forma adecuada nos asaltó nuestro músico interior: ¿podemos hacerlo más rápido? ¿podemos imprimir varias a la vez? Vuelta al ensayo-error.

A esto que llega la segunda impresora, ¿recordáis que tenía un sistema de “extrusión” diferente? Pues eso se traduce en que no sirve la configuración de la primera impresora en la segunda, hay que adaptar varios parámetros para la nueva impresora. Sí, las masas informes volvieron a hacer aparición y los nervios con ellas, pero en el fondo fue mucho más fácil que con la primera impresora. En ese momento las dudas pasaron a ser del tipo “si X viseras salen en Y horas, ¿a qué hora me tengo que levantar y acostar para poder hacer Z viseras al día sin que mis ojos parezcan los de un oso panda?” 

Más de trescientas viseras después, cuando pensábamos que íbamos a tener que parar por falta de presupuesto para seguir imprimiendo, nos topamos con una serendipia. Nuestro conservatorio está en Alcalá la Real y lo último que imaginábamos cuando empezamos con esta iniciativa era que una de las pocas empresas que fabrica material de impresión 3D en España estuviese justo en una localidad de poco más de 20.000 habitantes como la nuestra. Más improbable aún era pensar que se iba a generar una iniciativa (Makers Sierra Sur) en la que la empresa de la localidad donase material de impresión, distintos comercios donaran otros elementos necesarios para fabricar las pantallas de protección y que Correos se ofreciese de forma altruista y casi de intermediario para la distribución del material y las pantallas ya fabricadas. Ocurrió. Cada dos días un cartero traía a casa en moto bobinas para las impresoras y se llevaba las viseras ya fabricadas para que otros participantes en la iniciativa las desinfectasen, montasen y preparasen para que de nuevo Correos las enviase a distintos puntos de España. Mientras continuábamos con las clases telemáticas a nuestro alumnado salieron de las impresoras del centro más de mil pantallas de protección que acabaron en hospitales de provincias como Jaén, Córdoba, Sevilla, Granada, Almería, Guadalajara, Zaragoza o Barcelona.




Pasada la primera ola, cuando los hospitales empezaron a poder autoabastecerse, pasamos a la fase ¿y ahora que hacemos con las impresoras? Decidimos emplear los conocimientos que habíamos adquirido en impresión 3D para fabricar elementos de utilidad para el centro. Analizamos la situación tipo del alumnado que entra por primera vez a un conservatorio sin instrumento y decidimos empezar a ponerle remedio. Para entonces le habíamos perdido el miedo a tirarnos a la piscina de la impresión 3D. Tras dar con un diseño abierto de Kaitlyn (violinista, neurocientífica, compositora, empresaria, ingeniera de software..., pocos perfiles más apasionantes que el de esta mujer que alterna con naturalidad conciertos y ponencias científicas) y Matt Hova, pasamos de imprimir viseras (algo menos de una hora por visera) a intentar imprimir violines (más de 30 horas). Descubrimos (a las malas) que en impresiones tan largas hay que tener en cuenta más factores para evitar experimentos fallidos después de 24 horas de impresión. Pero lo conseguimos. 

             


En este video podéis ver el resultado:




Tras los violines pasamos a intentar fabricar otras piezas útiles para la nueva situación que nos venía en septiembre. Así, diseñamos soportes para apoyar las mamparas de protección y ahorrarnos un poco en su compra y rediseñamos e instalamos en todas las puertas del centro una especie de pedal para poder abrirlas sin necesidad de tocar el pomo.

En la actualidad seguimos colaborando con el ayuntamiento de Alcalá la Real en la fabricación de pantallas de protección, hemos donado a todo nuestro alumnado pantallas de protección para usarlas en las clases y tenemos varios violines y violas impresos en el centro que facilitamos al alumnado de primer curso que aún no ha adquirido instrumento propio. Al mismo tiempo, seguimos haciendo experimentos para mejorar aspectos del diseño de los instrumentos. Los nervios, las dudas, las ojeras y las masas de informes merecieron la pena.


Antonio Ángel Escalera García


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